lunes, 30 de marzo de 2009


Cuotas escolares
Por Jorge Aníbal Montenegro Ibarra

Hace algunos años fui a inscribir a Emiliano, el mayor de mis hijos, a una escuela nueva. Una vez que el director de la institución me atendió e intentó fallidamente disuadirme de inscribir a mi hijo en esa escuela, me pidió que pasara a una mesa instalada en el patio escolar, atendida por un grupo de madres de familia, a efectuar el pago de algunas cuotas como requisito para recibir la ficha de inscripción.

Recuerdo que recogió el dinero (300 pesos si mal no recuerdo) una señora de muy mala gana, pues mi hijo venía de cambio de escuela, misma que expidió el recibo de pago por concepto de maestro de computación. La señora me dejó muy claro que no estaba de acuerdo en recibir niños nuevos, pero nunca le hizo el feo a los 300 pesotes.

Con el tiempo, ya como funcionario educativo, me daba cuenta que en esa escuela seguían cobrando los 300 pesos y un poco más, a pesar de que ya contaban con maestro de cómputo pagado por la propia autoridad, luego entonces el motivo de la cuota era ya otro.

Creo que el tema de las cuotas escolares es muy complejo. Los recursos públicos que el país asigna a las escuelas son insuficientes y creo que ni falta hace documentarlo; por lo tanto, año con año, con lo que se cuenta para remodelaciones o edificaciones nuevas apenas si alcanza para cubrir medianamente las necesidades de un reducido número de escuelas; en el resto de ellas entonces el deterioro aumenta y la necesidad de más recursos también lo hace en esa misma proporción.

Como consecuencia de lo anterior las comunidades escolares determinan, a veces motivados por los directivos, a veces por algunos padres de familia, imponer cuotas económicas, en especie o en mano de obra para hacerle mejoras a la escuela. Hasta ahí más o menos vamos bien; el problema es cuando las cuotas toman el carácter de obligatorias y condicionan ciertas situaciones como la inscripción, devolución de documentos o asignación de calificaciones.

En el 2006 el senado de la república determinó penalizar a quién o quiénes condicionen la entrega de documentos, calificaciones o la inscripción a cambio de cuotas que sean impuestas por los directivos o los propios padres de familia.

El problema se ha agravado de tal forma que ahora las exigencias de muchas escuelas, sobre todo urbanas, han alcanzado tal nivel de absurdo que verdaderamente lastima la economía de numerosas familias.
Hoy las cuotas ya son sólo una parte de la carga que le imponen a los padres; ahora deben tolerar y atender caprichos tales como determinado calzado, uniformes que se deben adquirir sospechosamente con un proveedor en particular, guías didácticas a las que se les atribuyen dones mágicos en el aprendizaje de los niños, contratación de carísimos locales o teatros para los actos de clausura o innumerables festividades que bien pudieran celebrarse en el patio de las escuelas.

El tema en los medios de comunicación es recurrente y al debate le ha faltado profundidad creo yo. La cuestión es. ¿se deben permitir las cuotas si o no?.

En caso que se sigan permitiendo, ¿bajo qué condiciones?; en caso que se prohibieran, ¿estará el Estado mexicano preparado para asumir la responsabilidad?; más aun, ¿habrá voluntad de los representantes populares de asignarle los recursos necesarios a las escuelas para que los padres no tengan que aportar de su bolsa, dinero o insumos?.

Los invito a que lo discutamos. Por hablar no cobran.

Un abrazo.

lunes, 23 de marzo de 2009

Ciudades ciclistas o ranchos con pavimento

Por Jorge Aníbal Montenegro Ibarra.

Recuerdo cuando estaba en la secundaria, la mayor parte de esos 3 años me trasladé de la casa a la escuela a pie por amplias calles que eran prácticamente peatonales pues crecí en lo que eran las afueras de Ixtlán; pero también recuerdo que durante una buena temporada mi madre me animó a que me trasladara ida y vuelta en bicicleta. El riesgo de accidentes era prácticamente nulo si uno respetaba mínimas reglas de seguridad. Mientras crecíamos sanos, todo el espacio público incluida la calle, era espacio recreativo.

Hoy tengo la certeza que si uno de mis hijos me pidiera que le permitiese irse a su escuela en bicicleta la respuesta, lamentablemente, sería un rotundo no. Ni en Ixtlán ni mucho menos en Tepic. Los imagino debajo de un camión urbano, del auto de alguna señora apurada o de la "Armada" de algún funcionario trasnochado.

Uno de los principales referentes del urbanismo latinoamericano contemporáneo, el colombiano Enrique Peñalosa, exalcalde de Bogotá que llenó de ciclovías y alamedas peatonales su comuna, sostiene que una ciudad moderna no es aquella que más concreto recibe en sus calles, sino aquella que más espacios seguros ofrece a sus niños para su recreación y esparcimiento; que una ciudad o pueblo moderno, dice, es aquella que sus calles siguen siendo el principal centro de encuentro de los ciudadanos y que lejos de ser barreras para la gente, son canales de traslado seguro, sea peatonal, ciclista o de trasporte público. Hoy las banquetas de nuestras ciudades no miden más de un metro de ancho.

Si la calle es libre ¿por qué hemos permitido que se privatice para los automovilistas? Porque si la totalidad de las familias contribuyentes contaran con un auto, se entendería que la calle fuera para los coches exclusivamente; pero en regiones como Nayarit por ejemplo, donde el 53% de las familias, según encuesta reciente, no tienen coche o incluso en Tepic, que siendo una de las ciudades con más autos por número de habitantes tiene, el 41% de las familias tampoco poseé un auto suena injusto que casi toda la inversión a espacios públicos se destina a la rehabilitación de pavimentos y mejoras al tránsito de vehículos. Lo justo sería que el 41% de esas inversiones se destinara a alamedas peatonales, ciclovías y medios dignos de trasporte público.

Pero, ¿qué tiene qué opinar un funcionario educativo de urbanismo?. La respuesta es simple, ahora que es moda que todos los problemas sociales los queremos atribuir a las escuelas públicas y sus maestros, desde la delincuencia, hasta la obesidad, pasando por el calentamiento global, creí oportuno convocar a la generación de un modelo de justicia urbana, que en las escuelas encontremos niños más felices en tanto más espacios de diversión; permita el fomento a la actividad física, impulso a los valores sobre el cuidado del ambiente (la mayor emisión de contamiantes proviene de automotores), transporte seguro, mejor vialidad (otro pecado que nos cargan a las escuelas) y de paso menos gasto familiar en combustibles fósiles.

Si las otras instancias del poder público se atreven a decirle que si al 53% de familias sin auto, las escuelas seguro haremos mejor nuestra parte en educación ambiental, deporte, recreación y valores cívicos. Ahora si hay que colombianizar México.

jueves, 19 de marzo de 2009


Bienvenidos a Pizarrón
Por Jorge Aníbal Montenegro Ibarra.

Por fin acepté la sugerencia de varios amigos en el sentido de aprovechar las oportunidades de comunicación que ofrece la internet y abrir un blog.
Lo hago convencido que el servidor público tiene la obligación no sólo de someterse al escrutinio de los ciudadanos, sino que debe ofrecer los medios para que la gente pueda cuestionar, opinar y sugerirle a los empleados del gobierno, sus empleados, lo que creen se debe atender en los diversos ámbitos de la vida pública.

En el caso del sector educativo, la necesidad de que las autoridades interactúen con los padres de familia es aun más grande. Personalmente lo vivo, soy padre de familia de 3 alumnos de la primaria pública Juan Espinosa Bávara de Tepic, tío de 2 niñas de escuelas públicas de Ixtlán y tío también de una estudiante de medicina de la UAN. Lo que sucede en las escuelas de mis hijos y sobrinas, me importa y me ocupa.

Por eso, en mi condición de funcionario educativo intento cotidianamente actuar como padre de familia, con los criterios que a los padres nos preocupan y el rigor que en esa condición deseamos se actúe.

Estoy plenamente conciente de las deficiencias generales del sistema y de los vicios que se han incubado a lo largo de décadas; uno de esos vicios es la ruptura que existe entre la realidad de las escuelas y las verdades a medias que llegan por las vías oficiales de comunicación. Por eso la importancia de esta herramienta, que nos da la posibilidad de dialogar y debatir sin intermediarios. Bienvenidas las opiniones de todo aquel maestro, directivo, alumno o padre de familia interesado en mejorar el sistema educativo y el desempeño de las escuelas.

Espero que a lo largo de la experiencia de PIZARRÓN se me permitan ciertas licencias como poder comunicarnos sin formalismos, que "aflojemos la corbata" y charlemos cómodamente.

Los invito por último a que visiten el sitio de SEPEN http://www.sepen.gob.mx/ y a los padres de familia que consulten en linea las calificaciones de sus hijos.

Un abrazo.